Su
aumento en los últimos años conforma un negocio millonario, cuyas bases se
encuentran, principalmente, en los barrios más carenciados del conurbano
bonaerense y Ciudad de Buenos Aires. La batalla de una organización que contiene
y da tratamiento a sus víctimas. El drama en boca de sus protagonistas.
Por Rodrigo Sanchez
“Si
tus padres no te dan bola, nadie te da bola, no te importa nada. No me
importaba laburar, no me importaba estudiar, mis viejos no me daban ni bola. A
ellos no les importaba si yo estaba, si no, qué hacía, qué no hacía… Y la droga
funciona como una especie de cáscara, de escudo, qué se yo, algo que te proteja
o te saque de todo eso”.
Esas
son las palabras de Gastón, un joven de 24 años que concurre a la organización
civil “Hay otra esperanza”, un centro de prevención y contención para las
personas que sufren adicción a cualquier tipo de droga, especialmente el paco.
Rita
Díaz, junto a otras madres cuyos hijos habían caído en las redes del poderoso
estupefaciente, fundó la institución en el 2003, cuando no encontró respuesta
ni en los funcionarios ni en los organismos a los que acudió por ayuda: “Nos
juntamos unas 100 madres, empezamos a
marchar todos los jueves a Plaza de Mayo para que nos escuchen, pero nunca nos
dieron bola”, recuerda.
El
lugar donde está ubicado el centro explica y justifica su existencia. Costea la
villa conocida como 1-11-14, sobre la avenida Francisco de la Cruz, entre Perito Moreno y
Erezcano, en la zona del Bajo Flores. Allí, el comercio, la venta y la
presencia de drogas son moneda corriente.
Gastón,
al igual que Cristian, Darío, Vanesa y una docena más de jóvenes, concurre al Centro
porque allí encuentra un lugar de contención y ayuda para distraer sus sentidos
y sus pensamientos del mal que lo aqueja desde hace varios años. “Quitarles la
adicción es el fin último, aunque en más de un caso lo hemos logrado”, señala
Rita, aunque reconoce que los chicos suelen tener varias recaídas y “van y
vienen”.
No
es tarea fácil la de Rita y el resto de las madres, ya que el paco representa
la más poderosa droga ilegal debido a su enorme poder de adicción y su
facilidad para ser conseguida, ya que cada “unidad” cuesta sólo 6 pesos y los
lugares donde se la puede obtener son de público conocimiento en el barrio.
“Los pibes saben adónde tienen que ir para
conseguir un poco de esa porquería, sólo tienen que ir y se la venden. La
policía también lo sabe. Todos los saben. Pero nadie hace nada”, explica Rosa
Vázquez, otra de las madres.
“Hay otra esperanza” es una organización
civil cuyo objetivo radica en la prevención y la contención a las víctimas de
la pasta base a la que concurren tanto adolescentes como pequeños, quienes
podrían ser potenciales víctimas del paco. Ellos, según las palabras de las
madres, no son ingenuos con respecto a la problemática que rodea sus vidas y,
incluso, temen por caer el día de mañana en la adicción ya que el consumo del
paco está permanentemente a su alcance.
Cifras que preocupan
El paco hizo su aparición en la Argentina durante la
última gran crisis que tuvo el país, a comienzos de la década pasada, en el año
2001, cuando los narcotraficantes se dieron cuenta de que, por aquella época, con la
devaluación del peso respecto al dólar, la gente no tenía dinero para pagarles.
Decidieron entonces aprovechar los restos de la fabricación de la cocaína y
venderla en los alrededores de las “cocinas”, los laboratorios clandestinos donde es elaborada.
En el último Estudio
Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas realizado
por la Secretaría
de Lucha contra la
Drogadicción y el Narcotráfico (Sedronar) en el año 2009, se
comprobó que el consumo de pasta base o paco ocupa el tercer lugar entre
las drogas ilícitas, con el 1,8 por ciento; luego de la marihuana y la cocaína.
Además, el organismo nacional dio a conocer en sus últimas
estadísticas que hay unos 85 mil consumidores de paco en el país, con lo que,
en términos hipotéticos, se podría suponer que si el paco fuera una empresa, se
intercalaría entre los puestos 70 y 80 del ranking de facturación de las
compañías argentinas.
Más problema que solución
En
cuanto a los institutos de
rehabilitación, las madres sostienen que los trámites son muy complicados y hay
muchas trabas burocráticas que demoran la internación, lapso durante el cual la
situación de sus hijos empeora. “En los Centros Provinciales de Atención a las
Adicciones (CPA) te dicen que te lo lleves al chico, no te dan para la
internación. Como el tema se va dilatando, el pibe va perdiendo la esperanza,
tiene recaídas y no parás nunca”.
Rosa hace una distinción entre los institutos que son a puertas
abiertas y aquellos a puertas cerradas, pero rescata un punto en común: “Los pibes salen
peor de lo que entran. Un día nos disfrazamos con Rita de hermanas. Fuimos a un
instituto a hablar con el director y él mismo nos mostró la cantidad de consumo
que entraba. En todos los institutos de menores que mi hijo recorrió, no hubo
uno en el que no consumiera. El chico que consume paco se va sí o sí en puertas
abiertas. Con puertas cerradas tiene más contención”.
La contención, un factor clave
La atención y la compañía de la familia y el
medio circundante son factores
determinantes para atender esta problemática, cuentan las madres. Todos
los chicos del centro coinciden en que una de las mayores tristezas que sentían
se debía a la falta de elementos materiales y
el cariño de su familia.
“Cuando vos estás drogado y no tenés laburo,
no tenés guita, nada, tenés que conseguir las cosas de alguna manera. Yo quería
muchas cosas. Quería ropa, quería una buena campera, unas buenas zapatillas,
quería minitas. Y si vos estás bien empilchado, bien trajeado como dice la
gente que sabe hablar, te va bien con las minitas, las minitas te dan bola. Y
yo quería todas esas cosas”, confiesa Gastón.
No
sólo Gastón reconoce el valor del afecto que reciben en la institución. Todos
los chicos que asisten a “Hay otra Esperanza” ponderan el cariño y la atención
que Rita, Rosa y el resto de las madres depositan en ellos como una de las
cuestiones que más disfrutan del lugar y que los ayuda a sentir deseos de seguir
adelante.
Gastón
es uno de los mejores exponentes de esta problemática: “Es horrible no tener
con quién hablar, no tener una madre que le importes, que te pregunte cómo te
fue en la escuela, qué tal tu día. Una madre que te dé un beso, que te dé un
abrazo, que cada tanto te haga un cariño, no digo siempre, pero que te dé un
beso cada tanto.”
Recuadros
“Hay otra esperanza” es una organización civil
fundada a finales del 2003, situada en la zona del Bajo Flores, en la Ciudad de Buenos Aires. Su
propósito es dar contención a las personas que sufren algún tipo de
drogadicción y prevenir el ingreso de otros a esta problemática. A la misma
concurren una docena de chicos que, por lo general, se enteran con el boca en
boca. Además, dicta cursos y talleres de distintas disciplinas, como dibujo,
danzas y gimnasia. Los cursantes se dividen por edad y van desde los 4 a los 30 años.
El
paco en números
6: el precio que
cuesta conseguir una unidad de paco, en valor pesos.
1,8: el porcentaje de
consumo de paco en el país. Es la tercera droga ilícita más consumida, luego de
la marihuana y la cocaína.
14/15:
La
edad en la que la mayoría de los adictos comienzan a consumir el
estupefaciente.
12: el promedio de chicos que
concurren al Centro para superar su adicción
2: Los jóvenes que pudieron salir
de la problemática, en los once meses que existe la institución