Por Eduardo Gimenez
La atiende un hombre uniformado con modales bonaerenses.
- ¿Soria?
- Sí, soy yo.
- Buen día señora.
- Buen día, vengo a hacer una denuncia por amenazas.
- ¿De qué se trata?
- Yo estaba en mi trabajo y recibí un llamado al celular de
mi ex pareja que me
amenazaba de
muerte.
- Señora, tiene que cambiar el número de celular.
- ¡Cómo que tengo que cambiar el número!
- Si a mí me pasa algo, vos te vas a hacer cargo de mis
hijos.
- Señora, cálmese, una forma de solucionar el problema sería
cambiar su numero
telefónico.
- Ustedes están acá para atender a la gente.
- La estoy atendiendo.
- Me tenés que tomar la denuncia.
- Yo no me voy de acá hasta que alguien me tome la denuncia.
El oficial, a fuerza de discutir algo que debería ser habitual
en una comisaría como tomar la denuncia a mujeres que sufren la violencia de
género, la condujo hasta una oficina donde una agente policial con pocos rasgos
femeninos le tomó finalmente la denuncia.
Luego del disgusto y el mal momento que debió pasar, regresó
a su casa con sus dos hijos.
***
Sandra Soria tiene 33 años, es morocha, delgada, de ojos
tristes, y mediana estatura. Cuando era adolescente fallecieron sus padres y
fue criada por su hermano mayor.
De la unión con su primera pareja, tuvo a su primer hijo, Luis,
hoy adolescente y estudiante secundario. De su segunda pareja -de la cual sufre violencia de género- nació
su hija menor, Nahiara. Ella es morocha, de pelo largo, ojos grandes y pícaros.
Su personalidad coincide con la de una ardillita inquieta que mientras juega no
para de regalarle sonrisas a la vida.
La mujer abre la puerta del primer piso que alquila junto a
una amiga en Laferrere, al oeste del conurbano bonaerense, un lugar muy pobre y
postergado que los políticos solo visitan en días electorales. Un barrio
tranquilo de gente trabajadora. El comedor tiene un amplio ventanal y sus
paredes están pintadas de un rosa intenso que se mantiene cuidado. El
mobiliario, que forma parte del alquiler, consiste en una heladera, una mesada,
un sillón y una cocina. Además de un televisor, hay una computadora, una mesa y
seis sillas, todos elementos de Soria. El baño es pequeño. La habitación en que
descansa la familia posee una cama cucheta y una camita de una plaza.
Ya al mediodía, Sandra Soria ofrece mate mientras se prepara
para ir a buscar a la escuela a su otra hija, Nahira, de seis años.
Luego asciende al colectivo que circula pocas cuadras hasta
el colegio de la nena. Se siente nerviosa y con el corazón en la boca. Tiene
miedo de encontrarse con el agresor. Él vive a tres cuadras de la escuela de la
nena, a siete cuadras del colegio del varón y a quince cuadras de su domicilio.
El padre de Nahiara tiene una orden judicial de permanecer a una distancia de
cinco cuadras a la redonda de la vivienda donde habita el grupo familiar.
Todo trascurre en calma, la criatura saluda con un beso a su
mamá y juntas retornan a su hogar. Ella tiene un trabajo temporal y precario en
una fábrica de juguetes. Recibe un llamado de su ex pareja que la amenaza de
muerte.
-Decime donde están los chicos o te voy a matar. Donde te
cruce, te mato.
Daniel Agustín
Caraballo, de 39 años, tiene antecedentes violentos pues ha golpeado y
maltratado a una pareja anterior y a otros hijos de esa unión, además de ser un
alcohólico irrecuperable.
Casos como el de Soria se denuncian a diario. La violencia
de género se ha hecho visible en la Argentina. Pero el Estado no parece haber
aplicado todos los recursos previstos en la ley 26.485, de protección integral
para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres,
promulgada hace tres años. Por ejemplo, esta ley ordena realizar estadísticas
que no se hacen.
Además, la norma establece la implementación de un número
telefónico único y gratuito a nivel nacional para denuncias, orientación y
derivación. También contempla la creación de más cantidad de refugios y hogares
para atención a las víctimas y acceso a la Justicia con patrocinadores
jurídicos gratuitos y especializados en la temática. A nivel educativo, obliga
a incluir en las curículas escolares de los diferentes niveles la temática sobre
violencia sexista.
Para los especialistas en la materia, la violencia contra
las mujeres es un problema que involucra a toda la sociedad. “Erradicarla
requiere, ni mas ni menos, transformar
la cultura, una cultura patriarcal que considera a la mujer como objeto o como
persona moralmente inferior a los varones, que debe subordinar sus intereses a
los de otra persona –pareja, hijos, padre-“, sostuvo en declaraciones
periodísticas la abogada Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo
Latinoamericano de Justicia y Género, una de las referentes del país en la
temática.
***
Soria conoció a su concubino cuando Luis-hijo mayor de la
mujer- tenía 3 años. Su ex pareja era cuñado de la chica que cuidaba al nene
mientras ella trabajaba. Primero fueron amigos, luego surgió la relación.
-Me junté con él y nada, todo bien. Demostraba cariño por Luis.
En ese momento, la relación de la pareja era idílica, pero
esto no duraría mucho tiempo.
-Una vez Luis quería upa. Yo lo alcé y él (que estaba)
tomado me dijo:
-Este pendejo de mierda es un maricón. Parece un putito.
-Ahí empezó.
Desde ese día todo cambió en la vida de Soria: dejó de
sonreír y de ser una mujer cargada de proyectos, para convertirse en una
persona sin alegría, con el estigma de la violencia de género en su cuerpo.
Luego nació Nahiara, hija de la pareja. Gritos, discusiones,
insultos y golpes fueron los sonajeros con los que el bebé debió aprender a
jugar en su cuna.
***
Desde su inauguración en 2008, las denuncias y consultas a
la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación no han cesado de aumentar. A título indicativo: fueron 444 en julio de
2009; 580 en el mismo mes de 2010; 593 en julio de 2011; y 768 en julio de este
año.
Estos datos corresponden sólo a hechos y personas radicadas
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, en su mayoría, a violencia de género:
cerca del 80% de las afectadas son mujeres y niñas, y alrededor del 84% de los
denunciados son varones, cifras similares a las registradas en otras
provincias.
Las comisarías de la Mujer de la provincia de Buenos Aires
también reciben denuncias.: durante el primer semestre de 2012, en las 51
comisarías que cubren 134 distritos, se recibieron un promedio de 262 denuncias
por día.
La Brigada Móvil de Atención a Víctimas de Violencia
Familiar, dependiente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, recibe los
llamados que pueden hacer la propia víctima, un familiar, o un vecino las 24
hs, todos los días del año.
Ante un llamado, un móvil policial se dirige a la
jurisdicción en la cual está sucediendo
el hecho junto con otro móvil no identificable, que traslada al equipo
especializado; entre ellos psicólogos, asistentes sociales y abogados.
El patrullero es el primero
en llegar y el personal policial realiza
un diagnóstico de la situación. Esto significa que tocan el timbre en el
domicilio consignado, se presenta y evalúa la situación. La policía no ingresa
a un domicilio sin una orden de allanamiento, salvo en situaciones extremas
donde se escuchen amenazas o gritos que pudiesen hacer suponer un riesgo de
vida para quienes están dentro del domicilio. Si no ocurre esto, se le indica a
las/os profesionales del Equipo Móvil que se hagan cargo de la situación.
Esta brigada especializada tiene dos sedes: en la zona sur
metropolitana, en la Av. Vélez Sàrfield
170 y en la zona norte , en la Av. Las
Heras 1855 1º.
***
La familia volvió a mudarse. Esta vez se estableció en Oro
Verde, también en González Catán. La
vivienda era una casilla humilde. Allí, Soria y su ex pareja volvieron a pelear
por última vez. Él le arrojó una mesita de cristal que estalló contra la pared y los vidrios cortaron los brazos de
la mujer.
- Él me agarró de los pelos y me pegó. Yo di un par de
vueltas hasta que me caí al piso porque me nokió con esa piña.
Cuando el agresor se durmió, ella llamó a la policía que se
hizo presente dos horas después, sin hacer nada. Entonces, Soria concurrió a la
comisaría de la Mujer, en San Justo, donde radicó la denuncia.
-Me tomaron la denuncia por agresiones, maltrato físico, por
golpes, por dejarme sin nada. Porque me quedé sin nada. Mis hijos y yo. -relata
Soria desanimada.
A su vez, el agresor denunció a Soria porque supuestamente
dejaba a sus hijos solos para ir a trabajar, lo que fue desmentido por la mujer
ante el juez que lleva la causa, quien terminó por desestimar la denuncia.
En la actualidad, la causa por amenazas de muerte fue
archivada y Soria tramita la tenencia y la cuota alimentaria de la menor.
***
Ya en la tranquilidad del comedor de su casa, mientras llueve,
Soria prende un Marlboro y lo calza entre sus dedos. Fuma como buscando en el
humo una respuesta a la angustia que le toca vivir. Al ser consultada sobre el
futuro, parece decidida a reiniciar su
vida junto a sus hijos.
-Si, yo voy a salir adelante por mis dos hijos. Tengo la
capacidad para salir de esto. Por ellos me levanto todos los días a pelearle a
la vida.
Mañana, en la
comisaría de la mujer de San Justo, al oeste de la provincia de Buenos Aires,
el sol volverá a acariciar la ventana de la oficina para entrar. Allí, concurrirá
otra mujer. Ella se anotará y esperará a ser llamada por el apellido. Un hombre
uniformado la recibirá con modales
bonaerenses.
Pero ahora, en la casa de Soria, la tarde gris atrae a los
duendes de la melancolía.