La
Internet de todos los días es tan sólo el 20 % de la realidad que
hay en la web, la punta del iceberg. El resto es lo oculto, donde se
puede desde comprar armas, drogas y pornografía infantil, hasta
contratar un sicario. Diario de una experiencia que muestra cómo es
la cara de la red que no conocemos. El paraíso de lo prohibido.
Por
Jonathan Víctor Agüero Cajal
DÍA
1
Descubrí
la Deep Web gracias a un amigo que encontró en internet posteos,
páginas y blogs hablando sobre el tema. Nos apasionamos. Descubrimos
un mundo prohibido, con la peor calaña del ser humano. Comencé a
entrar en foros, recopilar relatos de bloogers, y fui informándome.
Aprendí que la Internet profunda, invisible o Dark Net era todo
aquel contenido que no podía ser rastreado por los buscadores
tradicionales de Internet. Páginas a las cuales no se podía
ingresar de forma sencilla porque eran privadas, estaban protegidas
con contraseña o su formato no era el convencional.
Pero no
sólo había contenido fuerte en “las profundidades”, también lo
había en la web tradicional. Como por ejemplo un sitio llamado
4chan, donde se podía encontrar cualquier tipo de imágenes que no
se encontraban en Google, como pornografía de todas las categorías.
Me enteré que existían páginas de canibalismo, necrofilia y
automutilación. En ese momento, me sucedieron dos situaciones
horribles: una de ellas fue entrar a una página con supuesto
contenido de oscurantismo. Me apareció un cartel en inglés que
decía “usted acaba de realizar una búsqueda con contenido de
pedofilia. Tenemos su IP (y estaban mostrando mi IP exacta). Nosotros
trabajamos con una ONG en contra de la pedofilia”. Se me paró el
corazón. Pensé en mi vieja, en mi viejo, cómo explicarles en lo
que me había metido. Me pasé todo el día investigando si lo
que había hecho era algo realmente malo, si de verdad tenían mi IP
e iban a investigarme o buscarme, cuando en realidad no quise buscar
pedofilia. Finalmente, descubrí que solo fue una broma falsa. Me
sentí aliviado.
El
segundo momento más desagradable sucedió al recibir un video más
que terrible. No pude resistir verlo completo. Es más, ahora mismo
se me hizo un nudo al escribir esto. Lo único que voy a decir es
violación y bebé.
Esta
tarde, salí a la calle a caminar un poco para despejar la mente.
Antes, tomé un libro de Friedrich Nietzsche y leí una cita que me
dejó pensando:
“Cuando
miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de
ti”.
*********
DIA 2
Era hora
de entrar a la Deep Web. Ya no podía quedarme de brazos cruzados
después de todo lo que había visto en Google, blogs y demás. Como
no tenía la seguridad suficiente para proteger mi computadora, ni la
noción exacta de hasta qué punto el FBI podía venir a buscarme,
empecé a investigar distintos métodos de seguridad para entrar de
forma anónima. Necesitaba informarme o mejor dicho, entrenarme.
Ezequiel
Sallis, perteneciente al área de investigaciones telemáticas de la
Policía Metropolitana, era un especialista en el tema. Había
conseguido su mail días atrás. Le dejé un mensaje y pactamos una
entrevista en la que me contó qué era la Deep Web:
–Es
esa parte de Internet que no puede ser accedida mediante la búsqueda
habitual. Es todo aquel link al que no se puede entrar fácilmente.
Son sitios que alguien oculta a propósito.
En el
buscador de Google encontré varias páginas explicando conceptos,
como el de la punta de un iceberg: en la cima se encuentra el
Internet de todos los días: mail, redes sociales, reproductores de
videos. Pero debajo, en las profundidades de ese océano, existe una
Internet invisible. A la que no podemos entrar porque los buscadores
tradicionales no pueden acceder. El problema era que dentro de esa
Internet se podía encontrar contenidos muy oscuros relacionados a la
pedofilia, asesinatos y violaciones. También se podía comprar desde
drogas, armas, órganos, documentos secretos de gobiernos y libros
censurados, hasta personas y sicarios. El morbo del ser humano en un
solo lugar.
Sallis
me aconsejó instalar un programa llamado TOR para entrar a la Deep
Web. Era gratis y proporcionaba “anonimato” a una computadora. Un
explorador para navegar de forma segura e ingresar a páginas que
forman parte de esta web invisible. ¿Y por qué necesitaba entrar de
forma anónima? Al existir tanto material prohibido e ilegal en la
Deep Web se corre el mito de que “el FBI te puede capturar” o “un
hacker podrá robarte tus datos”.
–TOR
no representa un riesgo ni un delito en sí para usarlo. En el
Internet común también hay muchísimas cosas ilícitas y
prohibidas– Me explicó Sallis y también aclaró otras dos
cuestiones fundamentales: las páginas que se navegan desde el TOR se
conocen como sitios .ONION –cebolla en inglés, por las capas que
tiene la internet profunda–; y otra opción segura para entrar a la
Deep era bajarse un sistema operativo –como el Windows que
utilizamos a diario- llamado TAILS.
–Tails
es la versión en sistema operativo con “TOR incluido”. La podés
iniciar desde una USB. Lo inicia sobre la misma memoria RAM. Para
usarlo, se necesita tener prendida la computadora. Una vez que se
apaga se borra todo– agregó.
*********
DÍA
3
Me
levanté temprano con unas enormes ojeras de trasnochar en Internet
buscando más información –sumada alguna que otra pesadilla en
blanco y negro, un asesino de capucha y rostro desfigurado, ojos en
blanco, me cortó el cuello hasta desangrarme – y preparé el
desayuno. Encendí la notebook y mientras se enfriaba mi café me
conecté a Internet.
Facebook,
aunque no parezca, era el lugar ideal para aprender a entrar a la DW.
Puse en el buscador de contactos las palabras “Deep Web” y al
instante apareció un listado de páginas y grupos. Algunas de estas
tenían en la foto de perfil imágenes de muy mal gusto. Me uní a
varios grupos cerrados y páginas donde se compartía material
filtrado de la web profunda.
Como si
fuera lo más normal del mundo –a esa altura creo que perdí una
buena parte de sensibilidad humana– ví fotos de accidentes de
tránsito, con cadáveres desmembrados. Fetos abortados cocinados en
sopas. En un video violaban a una adolescente dormida. Le cortaban la
pierna con un serrucho, se despertaba, se daba cuenta donde estaba y
comenzaba a gritar. La mataron de un golpe en la cabeza. Todo eso
estaba en Facebook y nadie hacía nada. Otro miserable subió fotos
de una nena violada. No pude verlas, del asco que me dieron se me
retorció el estómago, cerré los ojos y cambié de página.
El café
se había enfriado. Por fortuna una de las páginas no necesariamente
subía material ilícito sensible a los ojos. Se llamaba Deep Web
Página Oficial y era una comunidad en español donde publicaban
tutoriales. Busqué a uno de los administradores. Lo agregué y a los
pocos minutos me aceptó como su amigo en Facebook. Le pregunté por
qué la DW era tan perversa.
–Muy
mala fama se le ha dado a la Deep Web con asuntos como la pedofilia y
tráfico ilegal, pero también es una herramienta para las personas y
periodistas que están en gobiernos autoritarios o represores y
quieren difundir sus ideas. La Deep Web ha existido siempre– me
explicó. Le pregunté también qué era lo peor que podía
encontrar.
–Lo
que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas; tienes que estar
preparado para ver cualquier cosa. Lo más grotesco tal vez pueden
ser los videos de tortura, pero esos los ponen para un fin: hacer
programación subliminal de alto impacto “MK-ultra” eso quiere
decir que te vas acostumbrando a ver dolor que ya no sentirás nada.
Finalmente
me recomendó que si estaba decidido a entrar que no lo hiciera desde
mi computadora personal, sino desde una completamente vacía. Que me
instalara –al igual que recomendó Ezequiel Saliis– el TAILS. No
dar datos personales y no conversar con nadie. ¿Era para tanto?
–NO
debes navegar en sitios que puedan meterte en problemas
– Ok,
ok.
*********
DÍA
4
Tenía
dos computadoras, una notebook personal que utilizaba todos los días
con mis datos personales. La otra era una PC de escritorio que ya no
utilizaba. En un par de horas se convirtió en la “máquina para
navegar la Deep Web”.
Comencé
formateando la PC de escritorio, le borré todos los datos que había
en ella. No dejé ningún rastro. Reinstalé Windows, instalé los
programas básicos y nada más. Antes había comprado dos memorias
USB nuevas. Instalé el TAILS en una de ellas y en la otra copié un
bloc de notas con links .ONION para comenzar a navegar.
Apagué
las luces de mi cuarto y cerré bien la puerta con llave. Conecté
Internet y la memoria USB con el TAILS instalado. Reinicié la
computadora. Estaba preparado para ver lo que sea. Apareció un
sistema operativo tipo Windows pero más sencillo. Fondo de pantalla
azul, un par de iconos y programas básicos, nada de otro mundo. Me
conecté a Internet y comenzó a cargar un icono con el dibujo de una
cebolla. La cebolla pasó de color amarillo a verde. Decía
¡conectado a la red TOR! Abrí una especie de navegador de internet
y apareció la página principal de TOR. Ya estaba conectado.
La
página en la que cualquier novato suele ingresar para comenzar a
navegar en la Deep Web es la Hidden Wiki –wiki oculta–. Es como
la enciclopedia del mal. No se puede entrar desde Google. Tiene la
forma de la wikipedia que conocemos con un listado de sitios y links
particulares.
Abrí el
block de notas con las direcciones y copié el link de esta Hidden
Wiki. Cargó y finalmente apareció la página.
En el
listado de esta wikipedia –en inglés– aparecieron secciones de
mercado negro para comprar drogas y alucinógenos de todo tipo.
Servicios de hackers, clonación de tarjetas de crédito,
falsificación de billetes, venta de armas, asesinos y sicarios a
sueldo. Un apartado de “erotica” se dividía en “sexo para
adultos”, “menores de edad” y “animales”. Páginas
dedicadas a la automutilación de penes. Links para ingresar a miles
de páginas de pedofilia. Portales de necrofilia, zoofilia y
necrozoofilia. Incluso encontré la página de las tan polémicas
wikileaks.
Lo
logré. Estaba en la Deep Web.
Tenía
miedo de abrir cualquier link y encontrarme lo peor. Entré a una de
las pocas páginas en español, un foro llamado cebollan chan. Con
sólo leer los posteos me dieron ganas de apagar la computadora. Me
dolía mucho la cabeza.
“Hola,
quiero cogerme a mi hermana de quince, ¡necesito ayuda!”. “xxx
servicio de sicariato internacional” “Viendo videos de
pedofilia”. “Vendo mujer blanca de 22 años en Argentina, mide
1.67, ojos marrones, pelo castaño, la traje desde Chile con una
promesa laboral falsa. Es muy servicial, hace muy buenos petes y casi
no grita. Muy sumisa. $220.000 no negociable”.
No
quería seguir leyendo más, cargué otra página que copié.
Era otro
foro. Como si fuera otra página normal pero con un listado para
descargar videos de pornografía bizarra, asesinatos, abortos,
experimentos con bebés y violaciones. En los de pornografía
aparecían sujetos con máscaras que lastimaban a mujeres
obligándolas a hacer cosas escatológicas y repugnantes.
Sentí
en el pecho ganas de vomitar. Eran imágenes muy crudas. Dije basta.
UNA
SEMANA DESPUES
Pasó
una semana y volví a entrar en reiteradas oportunidades, solo que
ahora no ingresé a sitios que pudieran herir mi sensibilidad. Ni la
policía cayó a mi casa, ni el FBI me capturó por entrar y ver qué
había allí. El contenido ilegal sí existe, es real y hace daño
verlo. Pero también está el 80% de la información que no
conocemos. Confieso que perdí un poco de mi humanidad, de mi
sensibilidad al ver lo más atroz del ser humano. Pero gané otra
cosa: aprecio mucho más los pequeños y sencillos detalles de la
vida cotidiana. Volví a releer la cita de Nietzsche que subrayé con
lapicera con una sonrisa.
“Quien
con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro
de ti”.