La historia de dos circunstanciales enemigos, dos veteranos de Malvinas,
redimidos en su dolor por una cuenta pendiente.
Por Rocio Ramos
Después de haber pasado 19 inviernos,
Omar tuvo el coraje de ir a pelear por la patria, sin saber que atravesaría
los peores fríos de su vida.
Pocas cosas habían dolido tanto hasta
entonces, como el frío en los huesos, el hambre, el alma. Convivir
con el miedo de no saber si iba a vivir al menos un minuto más. Con miedo.
Omar pertenecía al Regimiento Mecanizado
de Infantería 25, de Sarmiento, Chubut, y el 2 de abril de 1982 hizo sonar su
trompeta en Puerto Argentino. Se había enterado de que viajaba, apenas
unas horas antes. Llevó consigo cosas valiosas, entre ellas, su instrumento
musical, su libreta azul con partituras y un arma que le habían dado en el
Ejército "por si las dudas".
Se encargaba de tocar la trompeta
cada mañana al izar la bandera argentina, y cada noche al bajarla. Fue su
primera orden al llegar a las islas: era el único músico en el regimiento.
Más allá del paisaje de cuerpos
bañados en sangre o cubiertos en bolsas, no creía todavía donde estaba: la
Guerra de Malvinas era un hecho. Un hecho doloroso, cruel, planteado por gente
sin escrúpulos, pero un hecho. Debía afrontar la situación, el frío, los
miedos. Pocos eran los que sabían manejar armas. La mayoría sabía manejarse con
el miedo: esconderse e intentar sobrevivir, era la tarea diaria.
Nadie en esa situación hubiera
pensado en llevar un instrumento. Salvo Omar. Desde el momento en que subió
al avión supo que la trompeta iba a ser su fiel compañera. La indignación
reinaba en su mente, no entendía qué estaba pasando, pero tenía que
salir a poner el pecho.
- Éramos muy chicos, no sabíamos
qué iban a hacer con nosotros. El 1 de abril, a las diez de la
noche, nos ordenaron viajar a Malvinas. La mezcla de emociones era
inexplicable. Al continente podíamos regresar vivos, o en una bolsa blanca.
Un torbellino de sensaciones invadió
a Omar cuando la noticia del viaje se hizo consciente: iban a ir a pelear por
la patria. Sí, eso que sólo veían en películas yankees. Ahora, ellos iban
a ser los protagonistas, los que sostendrían un rifle y tiraran a
matar. En las guerras no hay grises. Hay blancos o negros. Pero no
grises.
- Eran
ellos o nosotros. No podíamos perdonar a nadie…
Cada mañana, Omar iba a la casa del
gobernador, colocaba en el mástil la bandera celeste y blanca que dormía junto
a él y su trompeta, y tocaba para el izamiento. A la tarde, se repetía la
historia. Pero su música no sólo se vinculaba con este ritual. Cuando
moría un soldado argentino en el Puerto, Omar era el encargado de tocar una
serenata para que el cuerpo pueda descansar en paz. Más que el cuerpo, el alma.
Los cuerpos son parte de otra historia.
-
Ver a tus compañeros dentro de una bolsa blanca con cierre brotando
sangre, y ver las fosas que estaban preparadas para sepultarlos, era fuerte.
***
El 14 de junio de 1982 la guerra había
terminado. Todavía podía sentirse el olor a pólvora. Ese día, Omar se puso en la
fila donde revisarían a los soldados. Ya era prisionero del ejército
británico. Los iban a requisar, uno por uno. Cuando llegó su turno, un
soldado enemigo le sacó un estuche negro que llevaba encima. Lo llevó aparte y
lo abrió con su jefe. Ambos se miraron. El jefe movió la cabeza en forma negativa.
Cerraron el estuche y lo dejaron a un costado.
- Sentí que se llevaban algo de mi
cuerpo, ni siquiera pude darme vuelta para ver por última vez a mi trompeta.
Omar volvió al continente y de a poco continuó con su vida. Pero nada
fue igual: aquel hombre que llevaba la música en el alma jamás volvió a tocar
un instrumento. Estudió profesorado de historia, se enamoró de Sandra, tuvo dos
hijos. Construyó una casa en Moreno, pero en algún lugar de su alma se había
instalado el silencio.
***
Tony Banks es el soldado escocés que se llevó la trompeta en la requisa
que le hicieron a Omar. Cuando regresó de la guerra, la donó a un museo privado
de Irlanda. Pasaron 15 años hasta que el dueño del museo falleció y el ex
soldado, ahora devenido en acaudalado empresario, decidió recuperar su donación,
porque entendía que también era parte de su historia.
Encontró todo en su lugar, tal cual lo dejó. Salvo un detalle: la
libreta azul con los datos del dueño de la trompeta. Hizo buscar por todo el
museo esa libreta hasta que apareció. El dueño era Omar René Tabarez. Desde
entonces se preguntó si acaso ese soldado argentino estaría vivo.
Tiempo después, volvió a Malvinas a homenajear a los combatientes
caídos. Se dirigió hacia la tumba de soldados desconocidos. Se interrogó en
silencio pensando si acaso ahí descansaba el soldado de la trompeta. Pero no
encontró su nombre en las lápidas. Y eso lo alivió.
Volvió a Escocia con una certeza. Estaba decidido a encontrar a Omar para
devolverle lo que le pertenecía. En el fondo, Tony no era más que otro veterano
de guerra dañado por las esquirlas que el dolor y la muerte dejan en el alma. Contrató
a un reconocido periodista irlandés de la BBC, Jeff Farrel, y lo envió a la Argentina
para que investigue.
Cuando ya estaba resignado a abandonar la búsqueda y debía viajar a
Colombia a cubrir las elecciones, el corresponsal encontró el primer dato
certero que lo conduciría hacia Omar: un teléfono. Acordaron un encuentro en
Plaza de Mayo para confirmar que se trataba del soldado de la trompeta.
***
14 de junio del 2010. El frío se hacía sentir,
y más aún en el Oeste bonaerense. Habían intercambiado muchos llamados
telefónicos antes de que llegara ese día. Y, ahora, parado en el dintel de la
casa de Omar estaba Tony, el hombre que 28 años atrás se había quedado con algo
que no le pertenecía. Se observaron y no se reconocieron, pero comenzaron a hablar y todo
cobró sentido. El hilo de los recuerdos había comenzado a tensarse. La memoria
no esquiva.
- “Me dijo "esto es tuyo, te
pertenece". Sentí que me quedaba sin aire. Mi vieja amiga estaba igual de
linda que aquellos días.
Desde entonces, Omar volvió a tocar la trompeta con un grupo de
veteranos de Malvinas donde las
circunstancias lo requieran: escuelas, actos, regimientos. En memoria de todos.
De los que fueron y los que volvieron. De los que fueron, y se quedaron.
La guerra cruzó sus destinos en 1982. Casi 30 años después, la vida
volvió a juntarlos. A Tony y a Omar. A Omar y a su trompeta.