Por Noelia Ramirez
La migración Dominicana a la Argentina tiene rostro de mujer. Miles de caribeñas viajan en busca de una vida mejor, pero la prostitución es la única salida cuando todas las puertas se les cierran. Y la historia de Minerva es así…
La migración Dominicana a la Argentina tiene rostro de mujer. Miles de caribeñas viajan en busca de una vida mejor, pero la prostitución es la única salida cuando todas las puertas se les cierran. Y la historia de Minerva es así…
Parece parte del paisaje. Hace 14 años que Minerva está ahí, parada en la
puerta del hotel transitorio como quien tiene raíces que la fijan al suelo.
Solo cuando llega algún “cliente” ella deja su puesto para ocuparlo nuevamente
unos minutos más tarde.
Puede ser de mañana o de siesta o cuando ya está oscuro, en verano o en
invierno, siempre se la ve parada ahí, en el mismo sitio.
-Yo nunca me imagine que era esto lo que iba a hacer en este país. – dice
señalando con sus manos esas raíces invisibles que parecen atarla a ese lugar.
Cara redonda, cabello largo. Los dientes del frente separados al estilo
Luis Miguel. Siempre una sonrisa en esos labios rojos. Tiene luz en la mirada,
un brillo que refleja y no permite descubrir la tristeza profunda que habita en
sus ojos. Así es Minerva, tez mulata, mujer madura.
Son las 16,30 y el viento helado de agosto hace sentir con fuerza la
gravedad del invierno. Ahí parada, entre el sonido ensordecedor del centro del
barrio de Constitución, Minerva cuenta su historia.
Es una de las tantas mujeres que formaron parte de la primera ola
migratoria en nuestro país procedente de República Dominicana. Según el informe
que publicó en 2003 la Organización Mundial para las Migraciones (OIM),
titulado “Migración, prostitución y trata de mujeres dominicanas en la
Argentina”, entre 1995 y 2002 entraron al país entre 12.000 y 15.000 ciudadanos
de República Dominicana, una migración sobre todo femenina. Según esta fuente,
en ese momento, casi el 60% se dedicó a la prostitución.
-Acá no te queda de otra. Las cosas no son fáciles para el que llega. Acá
le discriminan a uno, y como no tenés documento tenés que salir a la calle
porque nadie te da trabajo. – Ella está en situación de prostitución. Inmigrante,
mujer, afro-descendiente, semi-analfabeta, bonita, ilegal. El combo perfecto
que la arrojó a la calle.
Los motivos para emigrar: una casa, un futuro mejor para sus 2 hijas. Era
ella sola contra el mundo. ¿Por qué no probar suerte donde dicen que hay
dólares? Ella sabe trabajar, siempre lo hizo.
Hace 14 años, desde que llegó a la Argentina, vive en Constitución. Se mudó
varias veces pero siempre en el mismo barrio: hotel familiar con olor a
humedad, pieza sin ventanas, cocina y baño compartido, por mes: $2400.
A las 9 o 10hs. llega a su “parada” y no se va hasta las 18hs en invierno y
puede ser más tarde en verano. Todos los días. También los domingos.
***
Allá en Dominicana, en el 2000, Minerva tenía su casita en un barrio de
Santo Domingo y una deuda de hipoteca a punto de vencer.
-Dios pasó su mano y antes que se venza la hipoteca pude vender la casa.
Con ese dinero pagué la deuda y con lo que quedó saqué el billete para el
viaje. Tomé a mis hijas y una se quedó con la familia del papá y la otra con mi
mamá. Dejé a mis hijas en la calle. Ya no tenían casa.
República Dominicana queda a 6.022 Km de Buenos Aires, un vuelo de no menos
de 12 horas. Es un país del Caribe con playas paradisíacas y un nivel de
pobreza en aumento. En el informe de 2013 de la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL), la pobreza era del 41,2% y la indigencia afectaba
al 20,9% de la población.
En su país ella lavaba y limpiaba, cada día trabajaba en una casa
diferente. Fue mucama y moza. Siempre trabajó para salir adelante.
-Yo era sola trabajando. Los hombres, tú ya sabes, solo colocan a la mujer,
la preñan y luego se desentienden.
A sus hijas les pasó lo mismo que a ella. La mayor tiene 2 hijos y la menor
una hija. Ambas están solas.
En realidad, no están solas. Tienen a Minerva que les manda dinero todos
los meses, dinero que recauda con la prostitución. Dice que es su
responsabilidad, para que no sufran ahora lo que pasaron de niñas.
Con lo que recaudó en los primeros años pudo volver a tener una casita en
Dominicana pero esta vez en un lugar más precario.
-Ahora mis hijas tienen una casa para ellas y los muchachos. Es muy feo
dejar a la hija de uno con otra gente, no sabes lo que sufrieron.
Como ella
misma dice, ahora sus hijas ya son grandes, pero asumió la responsabilidad por
los nietos.
-Yo las voy a apoyar en todo para que estudien y salgan adelante. La mayor
está estudiando psicología y la pequeña pronto se recibe de enfermera, si
Dios quiere.
***
Puerta Abierta Recreando (PAR) es una organización que acompaña a mujeres
en situación de prostitución. Pertenece a Hermanas Oblatas del Santísimo
Redentor, una congregación religiosa de la Iglesia Católica. Tienen una amplia
trayectoria en esta misión que comenzó en España hace 150 años. La Organización
se inauguró en 1992, sus operadoras hace 14 años que conocen a Minerva.
Todas las semanas las operadoras de campo de esta institución salen al
encuentro de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución,
recorriendo las calles del barrio de Constitución.
-Un día nos dijo que uno de sus sueños es poder leer bien la revista, lo
que cuentan sus compañeras. Pero no logra abandonar la parada para
asistir al taller de alfabetización, aunque la venimos invitando desde hace
años.- comenta una de las operadoras de la institución.
Minerva es semi-analfabeta. Fue a la escuela, un tiempo, pero no logra
desenvolverse con la lecto-escritura. Según los datos del censo de población y
vivienda realizado en el año 2010 en República Dominicana, el 13% de la
población es analfabeta.
-Cuando la invitamos al Centro de Día ella dice “yo tengo que estar acá
porque tengo una responsabilidad, para mí no hay tiempo todavía.”- Recuerda
otra operadora.
Para la organización Puerta Abierta Recreando, la migración y el
analfabetismo son factores fuertemente presentes en el fenómeno de la
prostitución. Más del 70% de las mujeres que asisten a su Centro de Día y
que visitan en las calles de los barrios de Once, Flores y Constitución son
dominicanas.
***
La cuidad intranquila e insegura se mueve a ritmo de maratón en un ruido
infernal. La gente corre, cuida sus bolsos y mochilas de los pungas y rateros.
Sale un tren detrás de otro. Algunos llegan y otros se van. Las ofertas de
chipa, café, magos, brujos, dinero, droga, sexo, son incesantes. El Barrio de
Constitución es una amalgama de relaciones: trabajadores y mendigos, pungas y
mulas, policías y ladrones, santos y pecadores.
-¡Hace frío! - Pasa un hombre, la mira y se frota las manos.
-¿Tenés frío? ¿No querés pasar a calentarte un rato? ¡Dale, vamos!- invita
Minerva con voz seductora.
-Después paso.- el hombre acelera el paso.
Un tiempo más tarde el “cliente” pasará nuevamente, la puerta del hotel se
abrirá y Minerva dejará su puesto por un momento.
Mientras él se aleja Minerva vuelve a retomar su relato en el mismo lugar
donde lo había interrumpido.
-Dejé a mis hijas sin casa. Yo soy madre. Ya sé que esto no es bueno, pero
no le hago mal a nadie.
Hay otra interrupción. Otro hombre se acerca, la saluda y le ofrece lo que
lleva en la mano.
-A mí ni me preguntes, vos ya sabés que no ando en esa.- El hombre se
excusa y sigue camino. Todo parece indicar que reparte y vende droga.
-Por eso estoy sola, prefiero ser la oveja negra. Yo no arruino vidas, yo
alegro vidas.
Pero suena contradictorio la alegría que proclama y sus ojos tristes.
-Una no hace esto porque quiere. Yo tengo un compromiso y una
responsabilidad. A mí me pueden decir que mis hijas ya son grandes, pero yo soy
madre y ahora también están los muchachitos. Yo estoy acá hasta que ellas
salgan adelante.- Otra vez señala con sus manos el suelo con tanta fuerza que
es posible imaginar unas cadenas pesadas e irrompibles.
Ante la pregunta de hasta cuándo piensa quedarse, ella responde:
-Retirarme de acá, de esto, pienso hacerlo cuando mis hijas estén bien.
Volver a Dominicana, a quedarme, no creo. La casa es de mis hijas. Yo ya no
tengo nada allá.
Minerva parece estar pagando una culpa ancestral tan poderosa que hasta
postergó su vida. No es una mujer libre, ni siquiera se siente con derecho a
cuestionar su suerte.
-Para mí nada viene de arriba, todo es esfuerzo. Lo único que recibo de
arriba es la bendición de Dios que hace que nada me pase.- Esta vez sus manos
señalan el cielo.